
En estos días vuelvo a sentirme dueño de mi propio tiempo. Después de años de trabajar para la misma entidad, y de semanas de transición llenas de tareas ingratas, recupero el control.
Mi nueva situación me permite una mejor gestión de mi tiempo libre, que pienso dedicar a cosas que he tenido un poco abandonadas, como retomar proyectos y comprobar su alcance, realizar formaciones específicas y seguir disfrutando de mis actividades culturales, a las que me esfuerzo por buscarles encaje.
Siempre aprendiendo
Hace muchos años que emprendí un camino de constante aprendizaje y espero no abandonar este compromiso nunca. Por el momento, he terminado el primer módulo del curso de mediación que inicié hace un mes y hasta ahora cubre mis expectativas. Es una formación larga e intermitente, pero espero que me sirva para afianzar conocimientos en una especialidad que siempre me ha interesado.
Por otra parte, continúo con mi curso de desarrollo web, que está sirviéndome para cubrir ciertas carencias. Espero que pronto los conocimientos adquiridos puedan verse reflejados en esta página. Aunque he valorado la posibilidad de realizar una formación más fuerte en este campo, he decidido descartarlo. Seguiré con mi formación autodidacta un tiempo.
Lecturas
Terminé, hace unos días, no sabría decir cuántos, con tanto lío, el libro de Elsa Veiga, Me desperté con dos inviernos a los lados. Una historia que conecta, pasado y presente, viajando a través del tiempo, para hablarnos de cómo la violencia se transmite como un virus. Se aprende, sostenida por un sistema que la perpetúa. En este caso se trata de la violencia contra la mujer, relacionada con la guerra. Una novela llena de símbolos y solidaridad entre mujeres, que se disfruta a pesar de la dureza de muchos de sus momentos. La conexión entre pasado y presente, la violencia y la superación son temas a los que siempre vuelvo, de una forma u otra, y hoy lo hago a través de esta obra. Puede que, en el fondo, sea yo el que siempre se empeña en encontrar lo que busco.
Mi lectura más reciente es La uruguaya, de Pedro Mairal, que devoré en una tarde de sábado, disfrutando de la historia de un cuarentón en plena crisis, con sus malas decisiones, sus errores y su búsqueda de un camino que lo lleve a otros lugares. La obra está planteada con inteligencia: narrada en primera persona, y tocando temas como la paternidad, la pareja, los problemas económicos, el deseo y los sueños sin cumplir. ¿Hay algún hombre que supere los cuarenta al que no le suenen estas cosas? Y digo hombre porque, a pesar de que el tema puede ser compartido por mujeres, el punto de vista, tan masculino, creo que puede ser un elemento de distancia, pero no lo sé. De todas manearas, la novela funciona porque toca temas con los que es fácil identificarse a partir de cierto momento vital. Este libro puede ser como El guardián entre el centeno para señores maduros con síndrome de Peter Pan (como es mi caso).
Poesía
Me gusta leer poesía de forma desordenada, saltando de un poema a otro, con varios libros abiertos por la casa. Recurro a ella cuando no me decido a iniciar otra lectura más larga. Margarit, Pessoa, Lorca y Cernuda ocupan hoy el espacio entre lecturas más largas.
Me reencuentro con el poema que dedicó Cernuda a Lorca, ante su asesinato, y me vuelve a conmover, asociándolo otra vez a los poemas elegíacos de Miguel Hernández y el propio Lorca. La muerte a destiempo propicia las grandes elegías.
El peso del pasado
Me obsesiona la influencia del pasado en nuestra vida. Cómo se hace presente cada poco, unas veces con sutileza, en forma de resonancias o resabios de otros tiempos; otras, con violencia, golpeándonos.
Hoy el golpe llega a través de la prensa, que me trae la foto del amigo fallecido hace tanto, ya que hablamos de muertes a destiempo. La historia de su asesinato sin resolver y la los disparos a bocajarro que terminaron con su vida, hace más de veinte años, cuando él sólo tenía veintiséis. Veo su foto en el periódico y me resulta extraño: casi había olvidado su cara, su sonrisa de pillo. Mi memoria, siempre tramposa, lo asocia a su pantalón de chandal azulón, con una franja blanca en el lateral, sus zapatillas gastadas y una camiseta de tirantes de color negro.
No quiero saber quién ni por qué lo ha matado, pero entiendo que su familia sí lo necesite. En esa historia, como es fácil suponer, hay demasiados puntos oscuros en los que no quiero profundizar. Hay monstruos que prefiero que sigan durmiendo. Me quedo con el recuerdo de su risa, todavía adolescente, años antes de que perdiéramos definitivamente contacto y la violencia truncara su vida. Eso es lo único que quiero conservar en el recuerdo, por más que el pasado se empeñe en hacerse presente. Al fin, fue uno más de una generación malograda, de la que yo he ido saliendo adelante, dando a veces palos de ciego, pero flotando siempre, como un corcho. Extrayendo material para mis historias, cada vez peor recordadas. Atesorando viejos y nuevos aprendizajes.
Me interesa mucho lo que haces. De alguna forma yo también he hecho cosas parecidas, pero de una forma menos organizada. Por eso sé lo duro que es tu trabajo, pero también conozco la satisfacción que produce ayudar a los demás…
Gracias, Víctor. En mi opinión, de nada vale todo el conocimiento del mundo si no se pone al servicio de los demás. Un abrazo.