‘Sal en la memoria’ (IV): Recabando opiniones
Oct-2019
Tener una idea es sencillo. Llevarla a cabo de la manera correcta es más complicado. Jorge Meis y yo sabíamos que queríamos hacer un libro juntos que combinase sus fotografías y mis textos. Lo difícil ahora era centrarse en un tema concreto y dar con la forma. Pero antes teníamos que estar seguros de que la idea no era descabellada.
Es fácil perder la perspectiva cuando se trabaja en solitario. Se puede trabajar poniendo todo el empeño y conocimiento en lo que se hace, pero en trabajos de tipo artístico, como el libro que nos proponíamos hacer Jorge Meis y yo, nunca se está seguro de la calidad de la obra, porque el riesgo, atreverse a transitar caminos nuevos para uno, nos genera inseguridad.
Por eso resulta fundamental la visión de los demás. También porque se puede caer en el error de entusiasmarse en exceso con lo que se está haciendo y perder la objetividad en cuanto a la calidad de la obra.
Amigos con criterio
La primera persona a la que le expliqué el proyecto, un poco por encima, y le enseñé las fotografías que estábamos barajando fue a Gerardo y Lola, un par de buenos amigos, llenos de cultura, sensibilidad y talento, que sabía que no tendrían el menor problema en proporcionarme su visión del proyecto. Sus reacciones fueron excelentes. Les encantaba la idea y las fotos de Jorge. Conocían mi forma de escribir y creían que podría hacerse un buen trabajo.
Fue Gerardo quien me sugirió acotar más el tema, ante la amplitud de lo que nos proponíamos y me sugirió utilizar un software que me podría ser útil en el proceso de clasificación de las fotografías. Salí animado de su casa, con la sensación de haber dado un paso importante.
Por supuesto, aproveché el impulso para comentar mi idea con algún otro amigo más profano en el tema, pero con la sensibilidad suficiente para valorarlo: Paco, mi amigo de la infancia, Santi, un viejo amigo con el que coincidí cuando estudiaba Humanidades, etc.
Hasta ese momento tan sólo mostraba alguna de las fotos más destacadas de Jorge y explicaba la idea, que no era más que un chispazo inicial. No obstante, las sensaciones eran buenas. Debía de seguir trabajándola.
Era el momento de comenzar a centrar el proyecto y pensar algo más en los textos y el hilo conductor.
Opiniones profesionales
Olvidaba varias opiniones importantes, ya mucho más avanzado el proyecto: la de los escritores Laura Ferrero y Juan Tallón, que me dieron importantes ánimos y consejos de cara a la publicación del libro, así como la de Vari Caramés, el maestro de la fotografía, que dio a Jorge las bendiciones del proyecto.
Josefina, una amiga cuya sabiduría en cuestiones literarias siempre admiré, como profesional del mundo editorial y educativo, me hizo la crítica más exahustiva y completa, dándome la confianza necesaria.
Loly Villoch, una amiga fotógrafa y escritora, nos dio todos sus parabienes. Arturo, editor de la editorial Cuestión de belleza, se entusiasmó tanto con el proyecto que a punto estuvimos de publicar en su editorial, aunque al final se frustrase la cosa.
También las impresiones y el empuje de Pilar Álvarez, que se sintió culpable por haber expresado su opinión con claridad acerca de pequeñas cosas que había que pulir, y que me regaló el videoclip que acompaña esta entrada (de un grupo que de otra manera yo no escucharía ni bajo tortura). Su punto de vista fue lo menos parecido a una «opinión de mierda».
A su vez, Elsa Veiga contribuyó, en cierto modo, a dar forma a algunas cuestiones. Hubo más personas: mi amigo el director de cine italiano Simone Saibene, Víctor Colden más recientemente, Ángeles de la Fundación Cum Laude, mis amigos de la Librería Eixo, Javier y Maribel. Mis amigas Silvia y Ángeles, los compañeros y profesores de un curso de cine realizado en la universidad, Tamara Crespo y Fidel Raso de la librería Primera página… No consigo recordar a nadie que nos desanimase para continuar con la aventura.
Todas las opiniones nos ayudaron a ganar confianza en la idea y a continuar adelante. Y es de justicia agradecerlo.