‘Sal en la memoria’ (III): Primeras ideas
Oct-2019


Jorge Meis y yo habíamos comenzado al fin, tras mucho tiempo, a trabajar en un proyecto conjunto: un libro que combinase sus fotografías y mis textos. Pero una cosa es tener una idea y otra llevarla a cabo.
Pasaban los meses y me encontraba absolutamente perdido. Como tantas veces, las ilusiones parecían estamparse contra el muro de la realidad. La idea de lograr algo es mucho más atractiva que el esfuerzo necesario para alcanzar ese logro.
Organización personal
Había una idea inicial bastante indefinida y materia prima, pero fallaban el tiempo y las energías que el proyecto necesitaba y que mi trabajo y mis estudios necesitaban. Porque sí, por si no fuera suficiente un trabajo de ocho horas a jornada partida, estudiaba una carrera universitaria, imprescindible para conservar mi puesto de trabajo. O comenzaba a organizarme o el proyecto naufragaría sin haber nacido.
Decidí dedicarle horas sueltas los fines de semana, sin nada concreto en mente. Abrir las fotos de Jorge e ir categorizándolas. Después de la primera selección más evidente, separando las fotos de Jorge Meis más alimenticias, de las más artísticas, se imponía un orden más exahustivo.
Lo más sencillo era establecer un orden temático: crear una carpeta llamada «Animales» en la que almacenar las fotos de animales, otra llamada «Faros» en la que guardar las fotos de faros, etc.
La mirada de Jorge Meis
De lo primero que me di cuenta es de que Jorge tenía en sus fotos una visión personal del mundo. En su obra estaban recogidos los cuatro elementos, personas, animales, cosas, el mar, la lluvia, los niños… Hasta el viento era capaz de fotografiar.
Surgió entonces la tentación de crear una gran obra absoluta. Una cosmovisión. El retrato de la tierra desde un pequeño rincón del planeta. Una idea descabellada, ahora lo sé, pero en aquellos momentos la visión tuvo su importancia: volvió a poner en marcha la ilusión.
Intuía que al fin tenía algo entre manos, un norte hacia el que poner rumbo. Y poseía la fuerza necesaria para volver a ponerme a caminar.
Recuerdo haber compartido la idea con Jorge, que me escuchaba muy atento al otro lado del teléfono.
—Me sorprende lo que me cuentas, porque yo sólo fotografío cosas muy pequeñas, y tú me hablas de algo muy grande.
Volvíamos a estar enchufados.
Recabando opiniones
Lo comenté también con mi amigo Gerardo Feijoo, una persona con enorme talento artístico y profundo sentido común. Alguien meticuloso y ordenado, amante de la fotografía, el arte, la literatura. Gerardo tenía el conocimiento y la sensibilidad necesaria para darme una opinió sincera del proyecto.
A lo largo de estos años recurrí muchas más veces a Gerardo. Y es que la visión externa es fundamental en estos proyectos. Nos ayuda a enfocarnos en lo importante, desechando las ideas descabelladas que puedan restarnos energías.