‘Sal en la memoria’ (II): Poner orden
Oct-2019

Nos había costado veinte años decidirnos, pero al fin el fotógrafo Jorge Meis y yo íbamos a hacer algo juntos: un libro en el que él aportara sus fotografías y yo mis textos. Ya habíamos dado el primer paso enorme: Jorge, siempre celoso de su obra, me había dejado copiar en un disco duro una colección impresionante de sus fotografías. Tenía total libertad creativa para trabajar con ellas.
La mañana en que la idea comenzó a andar había resultado ilusionante, pero en realidad no había ido más allá de un desayuno entre amigos, jugando a crear un universo nuevo, como dos niños que inventan realidades nuevas para huir de la monotonía.
No habíamos hecho nada más que fantasear y jugar, por más que ya viéramos el proyecto hecho. La parte dura comenzaba después. Yo me quedaba solo con una enorme cantidad de material desordenado, sin saber qué demonios hacer con él. Las primeras semanas abría las carpetas llenas de fotos y navegaba al azar entre ellas. Me dejaba llevar.
El caos
El desorden era inmenso y las fotos se repetían, mientras yo navegaba entre las carpetas con la sensación de transitar por un laberinto. A veces las fotos se repetían en las diferentes carpetas, aumentando mi desorientación, pero yo sólo buscaba sensaciones. Conectar con una emoción que sirviera de catalizador para el proceso creativo.
Creo que fue acertado. De haber intentado algo más en aquel momento habría terminado frustrado. Abrumado y bloqueado ante las infinitas posibilidades que las fotos de Jorge me ofrecían.
Sin embargo, poco a poco aquel maremagnum fue tomando cierto orden. Lo primero que hice fue desechar todas las fotos alimenticias de Jorge: sus reportajes para el periódico o de boda, sus retratos, etc.
La poesía y lo cotidiano
El proceso era lento. Jorge Meis es un tipo que no desaprovecha ningún momento. Puede estar esperando para realizar una foto de la rueda de prensa del alcalde y descubrir la poesía en las gotas de agua que salpican la tapa de una alcantarilla. Y de ahí saca una foto mágica, que era justo lo que yo buscaba. Lo malo es que estas fotos estaban, en muchas ocasiones, en medio de las fotos más triviales. Una auténtica metáfora de la vida.
Una vez que conseguí separar las fotos «artísticas» de las «alimenticias», navegué, durante semanas, entre la obra más personal de Jorge, tratando de encontrar un hilo temático. Una historia. Algo que impulsara la creación que ya habíamos sido capaces de imaginar el primer día.
Para pasar de la idea a la realidad no queda más que trabajar duramente. Me motivaba el hecho de poder ayudar a Jorge Meis a dar a conocer su obra artística, pero la enorme cantidad de fotos entre las que tenía que navegar me abrumaba. La gloria no iba a ser tan fácil.