Escribir para ordenar ideas.

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Alguien me dijo una vez que tengo una mente compleja. En ese momento agradecí esa delicadeza que rayaba con el eufemismo: una de mis mayores dificultades es mi dificultad para ordenar ideas. Mi tendencia a enmarañarme.

No me siento orgulloso de ello pero es así: puedo pasarme horas y horas enredado en ideas que llenan mi cabeza de humo.

Las analizo de un lado, del otro, las pongo del revés, las contrasto, las rumio, las amplío, las mezclo con otras, las repito, las reitero, las mastico, intento digerirlas. Las expulso. Y comienzo de nuevo, regodeándome, como el perro que vuelve al vómito.

Un cúmulo de desventajas.

Sospecho, aunque no es algo que me haya atrevido a confirmar, que las personas que me aprecian me disculpan este vicio. Imagino que me aceptan como soy aunque a veces no me soporten. Al fin y al cabo, se nos quiere no por nuestras virtudes, sino a pesar de nuestros defectos.

Otra de las desventajas de esta tendencia mía, aparte del agotamiento al que llego a someter a mi entorno, es que todo puede acabar en parálisis. Enredo tanto las cosas que al final corro el riesgo de caer en la inacción.

Creo que esto es algo aprendido porque, tras años de observación, he podido detectar esta tendencia en otros miembros de mi familia. Es como una forma de sentirnos seguros, una evidencia de nuestras inseguridades, que haberlas, haylas.

No resulta fácil vivir con esto. Una circunstancia mínima puede hacer que me devane los sesos sin parar durante semanas. Por suerte tengo el don de no dejarme atormentar, ya que mi optimismo y vitalidad son un excelente antídoto frente a males como este; creo que gracias a eso me mantengo lejos de un trastorno obsesivo compulsivo.

Las ventajas.

No hay defecto que no tenga su contrapartida; y para sobrevivir con mis peores defectos he aprendido a buscar su reverso, encontrar las ventajas que conllevan, lo que puede convertirse en un arma de doble filo: por un lado me ayuda a vivir con esas peculiaridades. Por otro, me dificulta corregirlas.

He descubierto que esta forma de pensamiento es como vivir en una constante tormenta de ideas. Conecto conocimientos, realizo asociaciones arriesgadas, juego, perfecciono una idea… El caos forma parte de mi proceso creativo.

Pero para que sea productivo, antes o después hay que ordenar ideas.

Mis trucos para ordenar ideas.

Procuro desactivar mis bucles cuando los detecto. Hay veces en que es sencillo. Basta con que me mande parar mentalmente, salir a dar un paseo o cambiar de actividad.

En otros momentos, cuando me preocupan circunstancias más complejas o no acabo de ver el camino a seguir tengo que recurrir a otros métodos que me ayuden a desenmarañarme. A salir del círculo vicioso.

  • Los mapas mentales.

Desde hace unos años recurro a los mapas mentales. Una técnica que descubrí gracias a que alguien –por desgracia no recuerdo quién– un día compartió un curso de mapas mentales en Twitter. Es una forma sencilla de ordenar mis ideas. De separar el grano de la paja. Me ayuda a tomar perspectiva, a ver las cosas visualmente y un poco desde fuera.

Me gusta hacerlos a mano, en una hoja grande, aunque puede servirme cualquier cuaderno. Parto de una idea central y poco a poco voy desgranando las demás. Mi método no es demasiado convencional, se parece  poco al del curso: dibujo fatal y no consigo ordenar armónicamente los espacios sobre el papel; sin contar con que mi gusto con los colores es nefasto. Pero me apaño. Al fin y al cabo son dibujos para mí, no para compartir con el mundo.

  • Listas de acciones.

Otra cosa que me ayuda es hacer listas de acciones, ordenarlas y comenzar a ejecutarlas, tachando cada tarea realizada. Esto me ayuda a actuar, me motiva y me da sensación de avanzar. De no quedarme parado.

Son técnicas clave en mi proceso creativo. Así pude ordenar ideas para sacar adelante Sal en la memoria, el libro en el que trabajo desde hace unos meses junto a Jorge Meis.

  • Buscar objetividad.

También he descubierto que me ayuda a desbloquearme completamente, es compartir con las personas de mi confianza mis dificultades. Les explico el problema que me preocupa y mi facilidad para enredarme en pensamientos estériles.

Siempre encuentro una opinión objetiva. Una palabra que me da la clave para romper el bloqueo, un consejo que me ayuda a pasar a la acción.

Escribir para ordenar ideas.

Sé que mi forma de escribir no se libra de esta tendencia mía. Sin embargo lo que más me ayuda a desbloquearme es escribir. Volcar mis ideas, miedos, dudas e inseguridades sobre el papel –o en la pantalla, aunque prefiero mis cuadernos–, lo que al final me ha llevado a tener un montón de textos con cierta coherencia, que he recopilado en Sal en la memoria.

Hoy la información fluye demasiado rápido y vivimos abrumados por la sobreabundancia de datos, así que tengo que protegerme de mi tendencia a dar demasiadas vueltas a las cosas, lo que no es fácil para alguien tan curioso como yo, por lo que vivo constantemente expuesto al peligro de la maraña.

Por suerte, con los años he aprendido a no permitirme disfrutar de esos bucles, que pueden ser tan tormentosos como placenteros, y a buscar soluciones. La escritura es la solución más fructífera que he encontrado a mi problema.

¿Te sucede a ti algo parecido? ¿Qué técnicas usas para ordenar tus ideas?

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