Matar a un ruiseñor – Harper Lee

Matar a un ruiseñor

 

Al fin, después de muchos años aplazándolo, releí Matar a un ruiseñor.  Y lo hice en la reciente edición de Harper Collins, para comprobar que conserva su aire entrañable con el paso de los años. Además, la nueva lectura me ha mostrado aspectos mucho más oscuros de los personajes de la novela y la ultraconservadora población de Maycomb (Alabama) en los años siguientes a la Gran Depresión. Una visión menos idílica que la que obtuve en mi primera lectura de juventud.

La actual edición

Han tenido que pasar muchos años para que los amantes de la obra de Harper Lee pudiéramos disfrutar de una edición a la altura de la obra, ya que, de forma incomprensible, las editoriales de este país mantuvieron un total desinterés por la publicación de una traducción revisada y una edición más cuidada.

Si bien tengo entendido, hasta la fecha los lectores españoles sólo podíamos disfrutar de Matar a un ruiseñor, bien a través de ediciones clásicas sólo accesibles en librerías de viejo o, en la edición de bolsillo de Ediciones B, con una calidad bastante pobre.

La actual edición de Harper Collins viene a cubrir esa carencia de forma un tanto forzada, ya que es parte fundamental de la estrategia de promoción editorial de «la segunda parte de Matar a un ruiseñor«: publicar una secuela de Matar a un ruiseñor sin aprovechar las posibles ventas que una reedición de esta novela puedan acarrear sería un error empresarial peor que no vender palomitas en un cine de estrenos.

La actual, sin ser una edición soberbia, viene a cubrir un hueco importante, ya que ésta es probablemente la mejor edición de esta obra en España en los últimos 40 años, lo que puede darnos una idea aproximada de lo mal que estaba siendo tratada la novela en este país.

Ya sólo por eso es de agradecer que Harper Lee saliera de su voluntario aislamiento literario tras ganar el premio Pulitzer en el año 1961, conviertiéndose en todo un personaje de las letras universales. Incluso estamos dispuestos a perdonarle que arruine mitos con la publicación de Ve y pon un centinela que parece tener más sentido como forma de herencia a sus allegados que como obra literaria, pero no quiero anticipar opiniones (prejuiciosas, además) sin haber leído Ve y pon un centinela. Prometo escribir algo sobre esta novela llegado el momento, pero adelanto que se me ponen los pelos como escarpias, y no de felicidad, cuando leo que existen más obras inéditas de la autora: parece que Harper Lee tenía el fondo de armario escondido en el mismo cajón que esta novela.

Pero como digo: todito se lo perdono a Nelle Harper Lee, por haberme regalado momentos estupendos con Matar a un ruiseñor las dos veces que lo leí y por conseguir que se haya reeditado su primera novela, tan injustamente tratada en España.

La importancia del contexto histórico.

Casi puedo escuchar a alguno de mis profesores de literatura haciendo hincapié (una vez más) en la importancia del contexto histórico a la hora de abordar un comentario de texto.

En esta novela es mucho más que un tópico, ya que tanto el momento en el que suceden los hechos que relata la novela como en el que ésta fue publicada, tienen gran importancia para explicar la trascendencia de una historia que, descontextualizada temporalmente, no pasaría de ser una agradable novela de iniciación de dos niños de una población rural norteamericana. Algo que, sin dejar de funcionar, no tendría la importancia que la ha hecho trascender a lo largo de los años, convirtiendo de paso a Harper Lee en una especie de leyenda viva (y huraña) de las letras norteamericanas.

Me parece conveniente diferenciar entre el momento histórico en que se ambienta la novela y el de la fecha de su publicación:

El tiempo de la historia

El contexto histórico en el que se ambienta Matar a un ruiseñor es el mismo que el que canta Billie Holiday en su famosa Strange Fruit, en alusión a esos «extraños frutos» que cuelgan de los árboles: los cuerpos de los negros ahorcados por el racismo, la barbarie y la intolerancia humanas.

Según parece, la novela está basada en una situación real vivida por Harper Lee cuando tenía diez años, ya que su padre, abogado también, defendió a dos negros que fueron sentenciados a muerte, ahorcados y mutilados en el año 1936.

Así eran las cosas en el sur profundo en los años en que está ambientada la obra.

El tiempo de su publicación

En el año en que Matar a un ruiseñor fue publicado (1960), estaba en pleno auge el movimiento de los derechos civiles de los negros: Rosa Parks acababa de ser juzgada por negarse a levantarse de su asiento en el autobús para cedérselo a un blanco (1955) y los primeros estudiantes negros se atrevían a asistir a clases, en medio de fuertes disturbios, cruzando una barrera de chicos blancos que les dedicaba todo su repertorio de insultos, al primer instituto de enseñanza integrada entre negros y blancos de los Estados Unidos (1957). Fueron los llamados nueve de Little Rock.

Una auténtica, y más que justa, lucha ciudadana que se extendería desde mediados de los ’50 y durante prácticamente toda la década de los ’60 en el «país de las libertades».

En medio de todo ese movimiento social, que una chica blanca se atreviera a escribir un libro, que era un alegato en pro de la superación de los prejuicios raciales, hace que un libro como éste se convierta en todo un fenómeno. A lo que ayudó lo suyo la concesión del premio Pulitzer en el año 1961, otorgando a la autora una notoriedad, que no estaba dispuesta a aceptar, motivando su retirada a su pueblo natal y su silencio público hasta la fecha.

Tanto la época reflejada en la novela como el momento de su publicación, junto a lo entrañable de la historia narrada por una niña de ocho años muy especial, resultaron determinantes en la repercusión que tuvo.

Retrato de una sociedad racista

La autora, a través de la visión de la pequeña Scout, nos muestra un lugar idílico, el supuesto paraíso perdido de la infancia, en el que la comunidad es un lugar amable, fuente de toda protección y en la que todo cobra sentido: la justicia, el dolor, la muerte, la familia y la educación. Todo parece tener su orden y su razón de ser.

Leyendo las primeras páginas de Matar a un ruiseñor casi lamentamos no habernos criado allí: a pesar de la pobreza que todo lo impregna, la comunidad parece poseer ciertos mecanismos de solidaridad y de autorregulación.

Los crímenes racistas del bello sur parecen lejanos en el idílico Maycomb… pero no los prejuicios raciales que, a lo largo de la novela se filtran, de manera más o menos sutil, a lo largo de los diálogos entre Atticus y sus hijos, o entre los habitantes blancos del pueblo. Así, se hace hincapié en la extraordinaria gramática de la criada negra «a diferencia de otros negros», en la poca importancia que tiene disparar contra alguien dentro de una propiedad si se trata de un negro, o el constante «ellos y nosotros» que trufa los diálogos de la buena de Scout, una niña de apenas ocho años, hecho este que habla de un problema mucho más profundo: buena parte de la educación de los niños se basa en los prejuicios raciales.

Algo que no debería de resultar muy ajeno a cualquier otra población rural del sur de los Estados Unidos en la época de publicación de la novela en la que, a pesar de las palabras de Atticus, el padre de Scout, negando la existencia del Ku-Klux-Klan en ese momento histórico, se nos muestran evidencias explícitas de la violencia racial predominante, que está a punto de padecer el propio Atticus en sus carnes.

Lee consigue mostrarnos la sutil hipocresía de aquella sociedad tan basada en las apariencias: se valida el asesinato por parte de la justicia (herramienta para cometer los crímenes más oscuros de sus ciudadanos), pero se subraya la inconveniencia de referirse a un negro con el término despectivo «nigger».

Matar no siempre es pecado en el sur profundo

La historia de Nelle Harper Lee introduce una importante enseñanza moral, tan importante como la inconveniencia de usar el apelativo «nigger»: se trata de la idea de que, aunque matar a un ruiseñor es siempre un terrible pecado, ya que es un ser que sólo alegra el corazón de los humanos sin cometer ningún mal, matar otro tipo de seres, que representen un daño para la comunidad no sólo no es malo, sino un importante bien. De alguna forma, esta novela aclamada por su progresismo en los U.S.A., defiende la conveniencia de la pena de muerte cuando alguien atenta contra la comunidad o alguno de sus miembros. Lee pone el foco en la perversión del sistema.

Esta idea del asesinato como algo legítimo se manifiesta de forma constante a lo largo de la novela de forma más o menos simbólica: Atticus mata a un perro rabioso, los niños tienen permiso para disparar a los pájaros (con la excepción del ruiseñor), ya que los pájaros devoran el grano de los graneros o crean sus nidos en lugares poco adecuados para los intereses de los hombres. Incluso el villano de la novela, el odioso Bob Ewell, puede ser asesinado sin consecuencias pues es auténtica «basura blanca» (o «white thrash», por usar el término que gustan de usar los norteamericanos, como si «ser basura» debiera ser algo exclusivamente negro).

La autora muestra así, de forma sutil, las cloacas de una sociedad «perfecta», las brutales contradicciones en las que se caen en cuanto asoma el problema racial. Un problema al que se intenta dar constantemente la espalda en la «entrañable» Maycomb.

Defensa de la diferencia

Hay otro alegato que no resulta menor en la obra: la defensa, no tanto de los débiles, que también, sino de los diferentes, y creo que ahí es en donde hace hincapié el título: en el crimen que resulta matar a un ruiseñor, ya que a pesar de su diferencia con otros pájaros, no daña a nadie, ocupándose nada más que de la belleza. De esta forma, tanto Scout, esa niña masculina alter ego de la autora, como Atticus, por dedicarse a la lectura frente a otras actividades, y por atreverse a defender a un negro en una causa justa, como Calpurnia, con su excelente gramática, Dill (ese gran homenaje a Truman Capote, amigo personal de la autora desde la infancia) con su fantasía desbordante.

La diferencia incomoda pero es inofensiva, incluso necesaria por su belleza, una vez que se consigue dejar de lado los prejuicios.

Harper Lee nos hace ver cómo estas personas, que no parecen terminar de encajar en el modelo de sociedad de Maycomb, el hombre blanco que decide voluntariamente vivir con una familia negra y que se hace pasar por borracho para que sus vecinos encajen mejor su decisión, Boo Radley con su reclusión por el dolor que soporta en contacto con otras personas, Tom Robinson y su imperdonable lástima por una chica blanca, Jem con su brazo lisiado o incluso la señora Maudie y su personal forma de vivir la religión.

Todos los personajes significativos, aquellos con los que empatizamos, son un canto a la diferencia y la libertad.

La reedición de un clásico

Ha sido un auténtico placer reencontrarse con la lectura del que considero un auténtico clásico de la literatura estadounidense, con el que todos podemos conectar por la defensa que realiza de alguno de los valores vinculados tradicionalmente a la cultura occidental.

La historia de Scout, Jem, Dill y Atticus continúa siendo un auténtico refugio que, sin embargo, no logra (ni tampoco lo intenta) edulcorar la visión de un drama social y humano enfocado desde el punto de vista de una niña.

Aunque la diferencia más evidente con respecto a otras ediciones de este libro es el cambio de título, que pasa de Matar un ruiseñor a Matar a un ruiseñor, desconozco hasta qué punto ha influido la nueva traducción de Harper Collins en mi nueva percepción de ciertos aspectos más oscuros de Atticus, sobre todo en lo tocante a sus prejuicios raciales y su particular relación con sus hijos, aunque sospecho que mucho. Pero en cualquier caso recomiendo esta edición por diferentes razones:

  1. Al fin existe una reedición de cierta calidad en español. Hasta ahora apenas existía una vieja edición de los años ’70 de Círculo de lectores y otra bastante pobre de Ediciones B, para un libro que pedía mucho más.
  1. La lectura resulta muy fluida y es probable que contribuya a iluminar algunos ángulos de la historia, a pesar de que la traducción la firma una agencia de traductores, con lo que probablemente se despersonalice en algo la traducción.
  1. Es una edición económica, ya que no llega a los 15 euros, lo que en estos tiempos no está nada mal.

En resumen, bienvenida sea la publicación de Ve y pon un centinela, si con esto conseguimos la reedición un poco más digna de todo un clásico con el que siempre resulta un auténtico placer reencontrarse, pero algunos no podremos dejar de preguntarnos cómo sería este libro publicado por una de nuestras editoriales favoritas.

Qué le vamos a hacer.

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6 Comments

  1. M. Ángeles Bachiller dice:

    Una traducción magnífica la de Matar a un ruiseñor, ya solo el título al fin se traduce de forma correcta, ya que la antigua es Matar un ruiseñor… creo que está todo dicho.

    1. Muy cierto, M. Ángeles: la preposición «a» se usa siempre ante un complemento directo de persona, animal o cosa personificada. Pero además, en este caso, su uso introduce dos matices expresivos muy importantes: por un lado subraya que el verbo matar es una actividad humana (el asesinato es la única forma de matar exclusivamente humana) y refuerza la humanización de complemento directo, el ruiseñor, en este caso. Teniendo en cuenta estos matices cambiar el título en esta edición de Matar un ruiseñor a Matar a un ruiseñor es todo un acierto.

      Gracias por tu comentario.

  2. M. Ángeles Bachiller dice:

    Gracias, Gabriel… y ya puestos, conviene poner algunos ejemplos:

    No es lo mismo dolores en las piernas, que las piernas de Dolores.
    No es lo mismo huele a traste, que atrás te huele.

    🙂 🙂 🙂

  3. Buscando en casa de mis padres encontré una edición de Círculo de Lectores de 1961. Llevaba unas 70 páginas de lectura ayer, cuando me harté y me fuí a casa de una amiga a tomar prestado su edición en inglés. La traducción que estaba leyendo era simplemente nefasta. Tan mala que me ha llevado a buscar algo online acerca de esa pésima traducción, por si era solo yo la que no podía más. Y me he topado con tu blog. Me alegro que haya una nueva traducción. Terminaré de leerme la obra en inglés, pero he estado a punto de abandonar la lectura por tratarse de una traducción malísima. Una pena para los lectores que no puedan leerlo en inglés pensé. Ahora me alegro de que haya una nueva alternativa 🙂

    1. Gracias por tu comentario. Espero que el libro te haya gustado a pesar de todo. La nueva traducción mejora la anterior así que te animo a echarle un vistazo y me cuentes qué te ha parecido. Saludos y gracias de nuevo.

    2. Pochito dice:

      En mi caso es lo mismo :v la traducción tiene muchos errores ortográficos como «aquélla»(tildaciones sin sentido) pero el libro es muy bueno :v

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