Lo que gobierna el mundo

Si en algo coincido con Roberto Saviano, el autor de Cero Cero Cero. Cómo la cocaína gobierna el mundo, es en lo peligroso y transformador que resulta leer. En estos tiempos de inmediatez, consumo rápido, resultados y satisfacción inmediatos –valores que por cierto comparten el neoliberalismo y el narcotráfico– , leer constituye un auténtico acto revolucionario. Más que salir a pasear en manifestación un primero de mayo, o compartir en las redes sociales la última consigna prefabricada y anestésica.

Más comprometido que el acto de leer –y no hablo de noveluchas de hipermercado o del último best seller de autoayuda del gurú de turno– es escribir. Relatar aquellas historias que nadie quiere conocer y que piden a gritos ser contadas. Historias de muerte y tortura, de sadismo y crueldad, de explotación y miseria. Pero también, historias de opulencia, especulación, riqueza, elegancia y altas finanzas.

En el mundo de la droga, nuestro mayor error es pensar en la violencia que puedan ejercer yonkis y camellos del tres al cuarto, cuando la auténtica violencia, la grave, la verdaderamente preocupante, es la violencia estructural que imponen los valores corruptos del narcotráfico. Los valores de los auténticos amos del mundo.

La cuestión en sencilla: si sólo piensas en la droga, las sustancias que fluyen en segundo plano en nuestras vidas, presentes pero invisibles, sólo verás adictos. Pero piensa en el dinero. ¿A dónde van los miles de millones que genera el narcotráfico? Sólo existe una respuesta: a aquellos que atesoran las grandes fortunas. Y a ello apunta Roberto Saviano: a la vinculación entre el gran capital y el narcotráfico. Entre la droga y sus crímenes, y quienes ponen y quitan gobiernos, deciden cómo te vas a vestir, qué teléfono vas a comprar, el programa de televisión que vas a ver, por quién vas a votar, el coche que te vas a comprar, la red social que vas a usar o la selfie de Hollywood que vas a convertir en viral. Por no hablar de cuál será la siguiente guerra o el próximo país en recesión económica. El autor es claro:

«Con el dinero de la cocaína primero se compran políticos y funcionarios. Luego, a través de estos, el amparo de los bancos».

Un capital capaz de comprar flotas de barcos y submarinos, bancos, aviones, con más fuerza que muchos estados, tiene el poder de provocar tormentas financieras mundiales, de arruinar estados o provocar cambios de régimen. Saviano apunta al narcocapitalismo como algo sólidamente enlazado a los célebres «mercados». Esa especie de entes fantasmales que con un gesto son capaces de hacer temblar a un continente. Como bien escribe el napolitano:

«[…] lo que la crisis no destruye, sino que más bien fortalece, son las economías criminales.»

Tras leer Cero Cero Cero, la relación entre neoliberalismo y narcotráfico se me antoja obvia. No hay mayor capitalista que el gran narcotraficante. Muchas veces cosmopolita, empresario de éxito y de formas elegantes –bastante alejado del estereotipo del cine–, que dinamita los cimientos de los estados, ya que de su debilidad extrae su mayor beneficio. Y esto es lo único que importa: los beneficios. Cuestiones como la solidaridad, el respeto –palabra que usan los narcos cínicamente, de forma espúrea– o los derechos humanos, no son más que trabas, cosas de mujeres y débiles, para alcanzar el objetivo de aumentar su riqueza año tras año a costa de lo que sea.

Me pregunto hasta qué punto los valores del narcotráfico han calado en nuestra sociedad: la exaltación del abuso, la educación en la crueldad –que se aprende, se enseña y se perfecciona–, el machismo imperante en todos los ámbitos sociales, el consumismo… Unos valores basados en la primitiva ley de la supervivencia: los mismos que, en esencia, podrían regir la vida de un protozoo. Me pregunto si es casual la proliferación de videojuegos violentos y reality shows basados en la humillación –ambos empleados en la formación de futuros sicarios, carne de cañón reemplazable–. Me pregunto, incluso, si serán en realidad «independientes» los estribillos de «menos estado y más mercado» o «no nos representan», tan en boga. Me pregunto si el griterío irracional y constante que ha desterrado al rigor del debate y la información en esta sociedad son simple descuido irresponsable o si la vulgarización de nuestra cultura es una auténtica obra de ingeniería. Me pregunto, también, si los burócratas que se limitan a hacer bien su trabajo sin preguntarse nada serán conscientes de la banalidad del mal.

Sobre todo, me pregunto hasta qué punto eres tú consciente de que destinar un euro al consumo de drogas implica perpetuar la muerte, la tortura, la extorsión o la esclavitud. Perpetuar el poder de aquellos a los que muchas veces se pretende combatir llenándo nuestras bocas de palabras presuntamente comprometidas y sus bolsillos de dinero; siempre en virtud de nuestra presunta, sacrosanta y egoísta libertad individual.

El narco siempre tendrá su vieja excusa: también matan las petroleras o los fabricantes de terminales telefónicos que necesitan el coltán. Sólo son hombres de negocios. Emplean la trampa de apelar a nuestras contradicciones para confundirnos e igualarnos, jugando con la ventaja de que, para el mundo rico, la muerte, el dolor, los crímenes, en sus formas más brutales y descarnadas, siempre suceden lejos de casa. Al menos por el momento, porque como apunta Saviano:

«Quien ignora a México no entenderá nunca el destino de las democracias transfiguradas por los flujos del narcotráfico. Quien ignora a México no encuentra el camino que distingue el olor del dinero, no sabe cómo el olor del dinero criminal puede convertirse en un olor ganador que poco tiene que ver con el tufo de muerte miseria barbarie corrupción».

Europa, y con ella España, ya aparecen transfiguradas por el flujo del narcotráfico. No somos inocentes del hecho de ser, junto los EE.UU., los grandes demandantes de droga del planeta. Es nuestro consumo el que provoca sufrimiento; y la solución pasa, para Saviano, aún siendo muy consciente del problema moral que plantea, por la legalización de las drogas. La única forma que ha encontrado de arrebatar el poder al narcotráfico. No hay mejor negocio que mover algo muy pequeño con mucho valor –gracias a la escasez que provoca su carácter ilegal–. Algo que ha generado un hábito sin el que no se puede vivir, y que por tanto tiene una gran demanda. El dinero negro de hoy se convertirá en poco tiempo –dos o tres generaciones como mucho– en honorables fortunas.

Saviano pertenece a la raza de periodistas que, aún con sus posibles sombras, contribuyen a contar una realidad que nadie quiere conocer. Que se atreven a desvelar los resortes que mueven el mundo, descendiendo a sus cloacas, en la estela de personas que arriesgan sus vidas por contar historias que a nadie interesan. Pero lo hacen, conscientes de que su fuerza no procede de la violencia y las armas, sino del enorme poder que todavía puede tener alguien con el coraje de leer aquello que otros desearían que le fuera vedado, porque

«Las mafias no temen a los escritores; temen a los lectores.»

Cero Cero Cero. Cómo la cocaína gobierna el mundo es un libro denso, complejo, incómodo, incompleto, cruel, atormentado, sin respuestas… Y, por todo eso, imprescindible.

4 Comments

  1. Santiago Villares dice:

    Gran reflexión, gran reseña, gran razón.

    Me parece que tu argumentación es clara y va al «gramo». Son muchos los poderes que mueven los mecanismos del mundo que se nos escapan, siempre es bueno que alguien conecte contigo y te los desvele. Muchas gracias por eso.

    Respecto de si la solución sería la legalización de las drogas, no quiero sentar una posición, sino aportar un argumento a tener en cuenta. Las drogas ya fueron legales, se podían comprar libremente (si se tenía el dinero, claro) en cualquier botica. Si se tomaron medidas legales para prohibirlas fue debido a los movimientos ciudadanos (fundamentalmente femeninos, esposas y madres) que lo demandaron debido a los problemas sociales que generaba la drogadicción en las familias a nivel económico, relacional…

    Me gustaría felicitarte también por la calidad de las publicaciones y por el éxito de tu blog.

    ¡Un abrazo muy fuerte!

    1. Gracias por comentar, Santiago y por tus palabras.

      Lo cierto es que en el tema de la legalización no tengo una opinión clara, supongo que como Saviano, que plantea un problema ético. No es una solución médica, ni es una solución a un problema moral: es una solución económica para arrebatar el poder al crimen organizado, causante de un dolor enorme.

      Lo que está claro es que la ilegalización no ha solucionado el problema de la demanda… No hay soluciones fáciles, supongo.

      Un abrazo y gracias de nuevo. Siempre es un gusto contar con tus comentarios.

  2. Cdiazsoloaga dice:

    Hola Gabriel,
    Enhorabuena por la reseña, excelente calidad, como siempre por otro lado. La realidad que retratas es aterradora, pero no creo que la solución sea la legalización. Hacer legal un producto como la droga haría que se regulara según las leyes del mercado: impuestos, monopolios, productos de mayor y menor calidad, competencia de precios y porqué no, publicidad, descuentos para empleados y programas de puntos.

    Creo, porque así lo he vivido, que la droga es una lacra contra la que hay que luchar, como luchamos contra el cáncer o contra la prostitución infantil. No sé muy bien de qué manera, pero que la solución no es la legalización, de eso sí estoy segura.

    Un saludo y enhorabuena de nuevo,

    1. Mil gracias por tu comentario, Carmen.

      Realmente, con la legalización de las drogas, éstas serían tratadas como un producto farmacéutico más, como bien apuntas. Saviano, como digo, no aporta esta solución como un problema contra esa lacra, cuya solución se me antoja harto compleja. También es consciente del problema moral que plantea la legalización que, en su opinión, sería solución para arrebatarle el poder al narcotráfico, a las mafias, con lo que eso implica.

      Como digo no tengo una postura clara al respecto, pero sí sé algo: cuando hay educación la prohibición resulta innecesaria.

      Saludos y gracias por tu visita 🙂

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