La gestión de la incertidumbre
Abr-2014
Vivimos en la incertidumbre. Lo que para algunos ha sido algo real y cotidiano se ha convertido en la tónica general para todos. Nadie escapa a ella. Incluso quienes han trabajado duro, intentando asegurarse una ficticia sensación de seguridad, despiertan hoy instalados en la duda. Imagino que se consolarán diciéndose que por lo menos todavía están allí, como el famoso dinosaurio de Augusto Monterroso.
Poco puede hacerse ante los zarpazos del azar. Por más que quieran vendernos otra cosa los traficantes de sueños de los libros de autoayuda, no nos queda más remedio que aplicarnos en el área de influencia que nos ha tocado. Por desgracia, ya no basta con cruzar los dedos deseando que los coletazos de la suerte no nos magullen. Hay que aplicarse. Lo malo es que la situación nos coge desentrenados.
Considero que es aquí donde más hemos fallado: acomodados en las ventajas sociales –de las que hemos hecho uso y abuso–, la nómina o la cuenta bancaria de unos padres camino de abuelos, hemos preferido olvidar buena parte de nuestra responsabilidad. Algo a lo que siempre ayuda poder culpar a otros.
La situación se ha incentivado, es verdad: tanto las instituciones públicas como las empresas o la escuela y la familia nos han acostumbrado mal. Hasta el punto de llegar a creer que la incertidumbre había sido erradicada.
Y de pronto nos encontramos con que debemos aprender a vivir sin red de seguridad; y alzamos nuestra justa y legítima indignación contra el gobierno, los bancos o las ideologías. Excelentes chivos expiatorios que nos permiten seguir no pensar en nuestra responsabilidad individual y continuar atados a la inmadurez. A buen seguro las instituciones no están libres de responsabilidades, pero tampoco lo estaban hace unos años cuando casi todos miraban para otro lado, mientras masticaban a dos carrillos.
Ahora lamentamos la vida en la incertidumbre. Preferimos olvidar que la gran mayoría de los habitantes del planeta han pagado siempre la cruda evidencia de la zozobra; y con ella nuestra inconsciencia. Nuestro drama actual fue siempre cotidiano para ellos. Tuvimos modelos próximos que avisaban del desastre, proféticos, pero los ancianos ya no son escuchados, en este afán por lo novedoso. Aunque el hambre y la pobreza estén demasiado recientes en nuestra historia, preferimos no pensar en el pasado, tan rancio e inútil. Somos un país irresponsablemente desmemoriado.
Estoy convencido de que buena parte de la solución a esos problemas que tanto nos angustian pasan por aceptar nuestra responsabilidad individual. Dejar de lamentarnos por lo que pudo haber sido y no fue, e intentar adaptarnos a la nueva situación. Los trabajadores y estudiantes deberán aprender a responsabilizarse de sus propias carreras profesionales, con independencia de las empresas para las que puedan estar prestando servicios en un determinado momento; olvidarse de establecer con ellas esas nocivas relaciones paternales. Las empresas, por su parte, deberán acostumbrarse a la independencia de su profesionales, a los nuevos hábitos que generan las nuevas tecnologías, y acostumbrarse a relaciones más abiertas con trabajadores y clientes.
Creo que los profesionales tenemos una excelente oportunidad en la superespecialización, el desarrollo de una marca personal fuerte y los nuevos nichos de mercado que abre la tecnología. La oportunidad que una alta capacitación brinda de cara a la solución de problemas acuciantes. La independencia profesional que este modelo conlleva, lejos de ser una amenaza para las empresas, puede estar llena de ventajas, si éstas son capaces de adaptarse a los cambios. Es ahí donde muchas podrán encontrar su oportunidad: en su capacidad de adaptación a nuevas relaciones laborales y formas de consumo.
No soy el más indicado para hablar de especialización. Un vistazo breve a mi historia personal basta para comprobar los continuos reciclajes profesionales que he tenido en mi vida. Incluso hace poco el responsable de una empresa que se interesó por mis servicios me preguntaba, sorprendido, por alguno de esos cambios que, por contra, a mí me parecen una evolución lógica y coherente. Lo que en teoría podría ser una desventaja ha acabado formando parte de mi sello personal; y así lo entienden las personas o empresas que me contratan, que suelen buscar en mí soluciones no convencionales.
Todo podría ser cuestión de dejarse mecer por la incertidumbre, en lugar de luchar contra ella, pudiendo así aprender a descubrir y generar nuevas oportunidades. Todo dependerá de si estamos o no preparados para disfrutarlas.