El retorno del exiliado
Jun-2014
Hace unos meses me encontré en un mercadillo de libros de viejo un pequeño libro titulado Veintiún días con Sender por España. Escrito por Luz Campana de Watts, narra, en primera persona, el viaje que la autora hizo acompañando a Ramón J. Sender en su retorno a España en 1974, tras cuarenta años de exilio.
Sospecho que el libro, ya descatalogado, no pretendía más que relatar, con algo de oportunismo, el reencuentro de Sender con su país, en el que, por aquel entonces, el autor de La tesis de Nancy era un auténtico fenómeno de masas. Sin embargo con la perspectiva que da el tiempo, su lectura cuarenta años después sirve para la reflexión, ya que la cronista filtra, entre sus impresiones del viaje, pequeños fragmentos del pensamiento de Sender, especialmente valiosos porque proceden directamente del reencuentro con su país tras los largos años de exilio.
Sender había abandonado España tras la guerra, en la que combatió como soldado anarquista. Tras pasar por un campo de concentración huyó a los Estados Unidos, previo paso por México, dejando atrás un país en ruinas, sus hijos, su mujer, asesinada por el ejército franquista, y un hermano también fusilado. Durante muchos años algunas de sus obras estuvieron censuradas en Espana y sus compatriotas no tenían acceso a la obra de uno de los autores españoles más leídos de su época.
Muchos esperaban que, a su regreso, sus palabras estuvieran cargadas de rencor y de revancha, y los auditorios se abarrotaban de público deseoso de escuchar sus diatribas contra el régimen. Pero no fue así. Por el contrario Sender hablaba de lo divino y de lo humano, de historia, antropología, literatura… Pero no de la guerra ni de política. Y Luz C. de Watts refleja el dolor del autor maño al recordar su pasado, su deseo de pasar página y de perdonar, y el pudor que siente ante la expresión pública de ciertos sentimientos. Todo su discurso, incluso el más humorístico, denota mesura e inteligencia.
Sender no quería hablar de política, y mucho menos hacerla, aunque no puede evitar abordar el tema, ante los cambios que se avecinan. Sí habla de la necesaria intimidad del dolor. Según la autora, dice Sender:
«Hay un pudor en la desgracia. Cuando ésta alcanza ciertos límites no es posible hablar de ella ni pretender hacer partícipes a los demás, a que nadie entra en la conciencia de los otros hasta esas profundidades.»
Además, a Sender «ningún nacionalista le había hablado de sus desgracias y muertes que en sus familias produjeron los extremistas republicanos durante la guerra civil. Quizás por la misma razón.»
Resulta doloroso leer como la autora afirma que «ese pudor en la desventura es una delicada virtud que, afortunadamente, todos los españoles comparten y Sender cree que uno de los secretos de la paz futura del pueblo español reside en la capacidad de perdón recíproco de un lado y de otro».
Sender defraudó, en su regreso, a la izquierda española. Se confesó creyente, y sólo tuvo críticas para el totalitarismo comunista, que situaba a la altura del fascismo. La prensa más conservadora se deshacía en halagos por su grandeza y su capacidad para perdonar. Según Luz C. de Wats,
«Perdonaba los agravios y las injurias, porque el perdón dependía de él, pero no podía olvidarlas, porque el olvido dependía de Dios.»
Sin embargo, Sender era optimista. Confiaba en la juventud española como motor del cambio, en su capacidad para vivir con alegría al margen de cuestiones del pasado que tanto dolor habían causado. Hoy resulta obvio cuánto se equivocaba.
No sé qué razones pudieron llevar a que un autor tan leído en su tiempo, cayera tan pronto en el olvido. Es cierto que a La tesis de Nancy le pudo el paso del tiempo, pero otras de sus obras continúan vigentes y abordan momentos clave de la historia de este país, tan desconocida y manipulada: Requiem por un campesino español, La aventura equinoccial de Lope de Aguirre, Imán… entre su abundante obra histórica, destacan además por su gran calidad literaria. El olvido de Sender resulta contradictorio en un país en el que, según dicen los rankings de ventas, tanto gusta la novela histórica.
No hacen falta demasiadas excusas para acercarse a la biblioteca a desempolvar alguno de sus libros; y jugar a navegar entre sus páginas, llenas de erudición, sentido del humor, amor por su país y por la palabra. No existe mayor homenaje para un autor ya camino de clásico.
Mucho me temo que, contra los pronósticos optimistas de Sender, este país no destaca por su capacidad para el perdón ni por su pudor en el infortunio. Ignoro en qué momento y por qué se perdieron esas virtudes, si es que alguna vez existieron entre nosotros. Su capacidad para perdonar, así como la poca importancia que otorgaba a las instituciones frente a la responsabilidad de la ciudadanía se deja ver en sus opiniones sobre la monarquía:
«Yo no odio a nadie. Si el pueblo español acepta al rey Juan Carlos, yo lo aceptaré también y lo mismo serviré a un régimen presidido por un dirigente de la izquierda, si es el pueblo quien lo elige […]»
«La cuestión de régimen es secundaria. Monarquías como la de Suecia, o Dinamarca, o Inglaterra u Holanda son mucho más progresivas y revolucionarias que el llamado comunismo ruso.»
En realidad, cuando la cuestión de los derechos y las libertades está resuelta, siempre resulta secundaria la forma de gobierno.
Ramón J. Sender murió en 1982 en Estados Unidos, tras haber renunciado dos años antes a la nacionalidad estadounidense de la que había disfrutado hasta entonces, para morir como español. Lejos de su tierra, incomprendido y camino del olvido.
Nota: Aunque buena parte de los libros que comento en este artículo están descatalogados, alguno puede conseguirse a través de los enlaces que facilito. Si decides comprar mediante estos enlaces, estarás contribuyendo al mantenimiento de esta página sin coste adicional para ti. Muchas gracias.
Gran hombre este escritor, uno de esos difíciles de reconocer en México. Algo había oído sobre el Requiem por un campesino español, a ver si me animo con uno de sus libros.
Ah, y me encantó la cita sobre el perdón.
El Réquiem… es un libro muy breve, de los que no dejan indiferente, Andrómeda. Te lo recomiendo. Como todo gran hombre, tenía sus sombras, pero vale la pena acercarse a su obra. Estoy convencido de que te gustará. Un abrazo y gracias por tus comentarios 🙂