‘Dolor y gloria’. Pedro Almodóvar
May-2019


Imagen: Imdb
Hay que aprender a vivir con el dolor que entrañan nuestras decisiones. Aceptar que estas van a condicionar necesariamente nuestro futuro. Dejar que el pasado nos condicione en nuestro presente es, patologías aparte, una decisión voluntaria. Sufrir por nuestros errores es opcional. A no ser que nuestro pasado sea la materia prima fundamental de nuestro trabajo. Y, si eres uno de los elegidos, que el dolor vaya inevitablemente unido a la gloria. Sólo el pasado puede pesar sobre nuestra conciencia.
Nunca he sido un incondicional del cine de Almodóvar. Más bien al contrario. Más allá de aquellas primeras gamberradas, que tanto debían a John Waters, y algunas cosas de Todo sobre mi madre, sus películas me dejan indiferente, en el mejor de los casos. Pero Dolor y gloria me ha llegado en muchos momentos, con toda su emoción y su sentido del humor, a pesar de lo perverso que se filtra a lo largo de la película y algunos tics inevitables que Almodóvar ha convertido en estilo.
Los mejores momentos de la película son los del reencuentro con el personaje de Asier Etxeandia (a pesar de lo excesivo) y su impresionante actuación, y el personaje de la madre encarnado por Julieta Serrano, y sus maravillosas escenas llenas de humor y ternura.
Resulta interesante la utilización del flashback, y ese plano final, que le da un sentido radicalmente diferente a la película, que se convierte en un ejercicio de memoria y un auténtico homenaje a lo popular, la cultura y la creación cultura como forma de resistencia.
Dolor y gloria es una película honesta en la que Almodóvar, una vez más, no elude retratar sus sombras, sus miedos y su lado más oscuro, como precio inevitable para acceder a lo más alto, lo que mitiga el componente emocional de la obra. El dolor es, en este caso, parte inevitable de la gloria. Y por eso no la envidiamos.
Mientras escribo suena: